Aquel ritual era el momento más importante de su vida, marcaba el paso a la adolescencia en aquella cultura inca del antiguo Perú. El joven Iquitos, sordo de nacimiento, estaba nervioso, pues sabía que no podría escuchar el ¡tum, tum, tum! de los tambores, sin embargo, tenía que hacerlo bien y seguir el ritmo. Su abuela, una vieja sabia y curandera, se encomendó al maya errante para bendecir a su nieto y tuvo una brillante idea. Esa tarde le preparó un plato de quínoa con tres sabores, uno por cada golpeteo del tambor. Lo acompañó a comer y le enseñó a seguir el ritmo masticando ¡tum, tum, tum! Ahora el sonido lo tenía en su interior gracias al amor de su abuela. Iquitos siguió creciendo y de allí nació el tambor tricolor.
Relato de Oliver Arancibia
Ilustración: Marta García Pérez
Preciosa presentación y sabrosos ingredientes, a ver si me sale igual en casa : )
Gracias Carlos! mándame la fotito!
jajaja espero que ami tambien me salga igualito:)
me llamo antonia, indudablemente me encanta la preparacion alimentaria y me fascina el decorado con las frutas, ademas se que tienes mas cosas que demostrar eres una persona encantadora. vamos enseñanos mas es interesante y gracias por todo.
¡Gracias Antonia!, tus palabras son muy gratificantes 🙂